Restaurante “La Barretina”

Me lo recomendaron una y otra vez. De hecho, no pararon hasta que me llevaron. Y fue entonces cuando entendí la insistencia. Es un lugar auténtico.

La puerta rústica de fuera poco transmite lo que uno se encuentra dentro. Un pequeño recibidor y escaleras. Nada más. Por inercia, subes hasta encontrar otra puerta de madera que está cerrada y que te hace dudar de si te has equivocado. Miras a tu alrededor. Está claro que has hecho el recorrido correcto. Este punto clandestino tiene cierto morbo. Finalmente, llamas al timbre.

Te abre Albert. Pequeño no es; igual que tampoco lo es el recibimiento que te hace. Como si te conociera de toda la vida.

El local es casero. No tiene muchas pretensiones. Ningún lujo, pero está limpio y ordenado.

Hay varias salas. Algunas más rústicas que otras; eso sí, las mesas y sillas de madera están por todas partes. Una de las estancias es perfecta para hacer celebraciones de grupo.

Cuando pides la comida, Albert no duda en sentarse y explicar cada uno de los platos. Es divertido. Te hace reír a la vez que te transmite su pasión por el restaurante. Se nota que le encanta. Lo lleva de tal manera que así te lo hace sentir.

Tipo: cocina catalana casera. Tuve la oportunidad de probar:

• escudella - caldo muy gustoso con fideos, arroz, carne picada y butifarras. Está claro que las sopas son mi debilidad, pero ésta estaba tremenda.
• pastel de cebolla con confitura de cebolla - la especialidad de la casa. Uno de los platos estrella. Nadie puede irse sin probarlo.
• flan de setas con vinagreta de verduras - finísimo y gustoso.
• pato con higos - plato contundente.
• paletilla de cordero al horno - súper tierno. Se deshace en la boca.
• solomillo de cerdo a la crema de anchoas - mezcla muy sorprendente. Contrastes que no me esperaba encontrar aquí.

Se despide con un "poseu-hi coneixement". Con lo que te hace marchar con una sonrisa de oreja a oreja.